No es una afirmación exclusiva para el cannabis, sino que a todas las plantas les gusta la música. Y es que además de poseer su propia forma de comunicación, un sofisticado lenguaje basado en códigos químicos, se ha comprobado que tienen una alta sensibilidad para percibir ondas sonoras. Y en muchos casos, reaccionan ante ellas de determinadas maneras.

Por ejemplo las vibraciones producidas por algunos insectos al morder sus hojas, hace que determinadas especies activen sus químicos de defensa para protegerse de un ataque. En este caso las ondas sonoras que se producen por las mordidas alertan de un peligro. Pero además, las plantas reaccionan de igual modo ante formas de sonido más complejas y expresivas como las de la música.

Una planta sabe descifrar las frecuencias de una melodía y es sensible a lo que éstas expresan, según se ha podido comprobar en varios estudios. Ésta llega a promover un desarrollo más saludable y rápido. Los primeros estudios sobre este tema los realizó el botanólogo indio Jagadish Chandra Bose. Descubrió que las plantas tienen una sensibilidad tan amplia como la nuestra.

También Dorothy Retallack, organista, mezzosoprano y autora entre otras obras de The sound of music and plants, se interesó por este tema. Leyendo un artículo sobre un granjero llamado George Smith, quien aseguraba que en sus maizales se reproducía continuamente música. Así conseguía no sólo unos cultivos más frondosos, sino que la cantidad de cultivos generados también aumentaba.

En el año 1973, Retallack decidió probar el efecto que producían distintas notas musicales en las plantas. Para ello expuso varios ejemplares durante 8 horas a diferentes géneros musicales de manera probó el efecto de distintas notas musicales sobre las plantas, exponiéndolas a ellas durante 8 horas de manera total, intermitente y nula. Los resultados fueron sorprendentes, ya que las notas sin pausa deterioraron a las plantas hasta llevarlas a la muerte. Pero en cambio las notas intermitentes las mantuvieron saludables.

Retallack también realizó otros experimentos empleando géneros con abundante percusión, como el rock. Pudo comprobar como las plantas se entristecían, inclinaban, ponían mustias y terminaban muriendo. Pero por otro lado la música clásica como la de Bach o la música tocada con sitar, un instrumento musical típico de la India y Pakistán, causaban en las plantas un efecto estimulante, mejorando su crecimiento y aspecto general.

Gustos musicales

Algo realmente curioso, es que son las propias plantas las que expresan sus gustos musicales. Ante una obra que les gusta, tienden a inclinarse hacia la fuente sonora. Pero en cambio con la música que no les gusta, se inclinaban hacia el lado contrario, como intentando escapar o protegerse de las vibraciones o frecuencias sonoras. Ésto implicaría su sensibilidad en cierto grado para diferenciar la música que les gusta y la que no.

Más recientes son los descubrimientos de una serie de científicos de la Universidad de California, en San Diego. Y es que han llegado a conocer el mecanismo de señales que controla el “stomata” de una planta. Las dos células que conforman el stomata llamadas «células de guarda» son responsables de regular el tamaño de su abertura. Los poros estomáticos son más grandes cuando el agua está disponible, y se cierran cuando la disponibilidad de agua es extremadamente baja y las células de guarda se vuelven flácidas.

Además, las células de guarda están en sintonía con la frecuencia resonante del calcio. Cuando se exponen a esta frecuencia se cierran, y se abren al cabo de un tiempo si la frecuencia no es exactamente la correcta. Ésto sucede aunque la concentración de calcio fuese lo suficientemente alta para que el estoma se cerrase en condiciones normales. Por lo que la exposición a altas frecuencias interviene en el incremento de intercambio de gases.

Fuente: La Marihuana