El verano uruguayo tiene nombre propio: Punta del Este. Tal vez uno de los lugares más exclusivos del cono Sur de América, que durante enero y febrero ve pasar a las estrellas más renombradas no solo de Uruguay, sino también de Argentina, Brasil y hasta Estados Unidos. Tal es así que el propio Donald Trump tiene una de sus torres en esa ciudad de la costa esteña del pequeño país sudamericano.
En La Barra, uno de los barrios más concurridos de Punta del Este, existe desde hace un año un Museo de la Marihuana, creado por Martín Milat, propietario de otro mítico establecimiento de la ciudad: la tienda de artesanías y recuerdos Canoa Quebrada. “Mujica es la estrella de este lugar”, reconoce en una entrevista con el periódico local El País. La referencia al expresidente uruguayo, pionero en el mundo en legalizar todos los usos de la marihuana, no es el único símbolo del Uruguay presente en el lugar: grinders, hojillas y toda la parafernalia cannábica cuenta con una bandera de Uruguay, un mate o hasta el rostro de Luis Suárez.
En el museo también hay seis plantas habilitadas por el Instituto de Regulación y Control de Cannabis (IRCCA). Ellos no van detrás de una cosecha como legítimos autocultivadores, sino que están ahí para ser exhibidas, y saciar la intriga de los turistas que se acercan ávidos por recibir más información.
“Hay mucha gente que muestra curiosidad porque nunca vio una planta en su vida. La hoja llama la atención, tiene su belleza”, dice Martín, quien se apura en aclarar que allí no se venden flores, como si hiciera falta reforzar el sentido de los carteles que abundan en el lugar. El más importante de ellos está colocado debajo de la vitrina donde se expone una colección de pipas. “No hacemos apología del consumo”, exclama.
Brindar información sobre la ley
El objetivo del lugar, según su dueño, es brindar información sobre la ley, dar a conocer los riesgos del consumo y ofrecer un “pantallazo objetivo de esta pobre plantita que nace en cualquier lado, es polémica, ha sido tan estigmatizada, y ahora abre una puerta que en mi juventud era insoñable: la marihuana medicinal”. Cabe destacar que el paseo es gratuito.
La idea de abrir un museo surgió al lado, en el Canoa Quebrada. Muchos de los productos allí exhibidos tienen la imagen de Bob Marley y toda la temática del Uruguay verde hacía que las charlas con los clientes extranjeros siempre derivaran en preguntas sobre la “novedosa legalización de la marihuana” ocurrida en 2013. Los visitantes querían saber en qué consistía la reglamentación, si funcionaba bien, y sobre todo dónde acceder a la sustancia.
Para evacuar todas esas dudas, Martín decidió juntar recortes de diarios vinculados a esta temática, cantidad de pipas, un alegato de García Márquez sobre la despenalización del cannabis, infinidad de libros dedicados a la marihuana, otros tantos sobre Mujica, y así construyó el museo.
La demonización del cannabis se aleja
Martín tiene 51 años y dice haber sido testigo de “una época muy diferente” respecto a la marihuana. “Gozo mucho de esta libertad, y de ver que la policía no persigue a los consumidores. La demonización de la planta se está alejando y lo celebro”. Sin embargo, y como muchos uruguayos, encuentra errores en la implementación de la ley.
“Llegamos a la final del mundo y salimos a jugar con los suplentes”, resume Martín. El hombre considera que hay oportunidades increíbles a nivel de turismo cannábico y no están siendo aprovechadas porque la reglamentación no lo contempla.
Dice haber conocido a los jóvenes diputados y senadores que hicieron la ley en un taller con operadores turísticos y “con la mayor humildad nos dijeron, discúlpenos, llegamos hasta dónde pudimos. Los casinos en Brasil son ilegales y vienen a jugar acá, lo mismo sucedería con el cannabis si pudieran comprar. Nuestra ley es única y maravillosa para los uruguayos, pero no para los extranjeros. Tristemente siguen alimentando el mercado negro porque todos los que llegan quieren comprar. Ese es otro motivo de la creación del museo”.
Por Rama
Fuente: La Marihuana